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Credopedia El Sacramento de la Reconciliación

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El Sacramento de la Reconciliación

Lo que nos destruye es el pecado. El pecado no es solo el mal que hacemos, sino también el bien que dejamos de hacer. Los pecados y omisiones actúan en nuestra alma como un virus en la computadora. Hacen que la vida sea lenta y triste. El Sacramento de la Reconciliación (confesión) es como una actualización curativa que limpia el alma y permite un reinicio óptimo.

mins read | Stani Mičkovicová

 La verdad libera. Aunque a veces duela.

La verdad sobre nuestras debilidades, insuficiencias y pecados puede deprimirnos. Nos avergonzamos y nos condenamos por lo que hemos hecho o dejado de hacer. O bien, tenemos el valor de admitir nuestra propia culpa y llevarla ante Dios. No necesitamos tener miedo de Dios. ¡Él es amor y misericordia! ¡Él no condena a nadie! Nuestro sincero deseo de sanación interior y de una comunión plena con Él nos libera de las ataduras del mal. Jesús dice: “La verdad los hará libres, …si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.” (Juan 8, 32.36) No hay pecado que Dios no perdone, y no hay herida que no pueda sanar si acudimos a Él con confianza. En el Sacramento de la Reconciliación, Jesús mismo nos perdona.

El poder sanador del arrepentimiento

Jesús se acercó con especial ternura a los pecadores, incluso a una adúltera. ¡Sin señalar con el dedo! ¡Sin reproches! Y la adúltera se abrió a Jesús. Experimentó su salvación. Y su sanación. (Cf. Juan 8: 3-11) ¡Jesús quiere regalar la salvación a todos, hoy como entonces! Tanto a aquellos que desde la infancia han buscado el bien, que han buscado sinceramente el amor a lo largo de sus vidas, como a aquellos que, al igual que la adúltera, están abrumados por el peso de su culpa. Los verdaderos sentimientos de culpa y el arrepentimiento genuino no son debilidades. ¡Al contrario! La confesión sincera de nuestros defectos es más bien una expresión de valentía y fuerza moral. Además, la conciencia del propio pecado es el primer paso hacia la conversión y desencadena un proceso de sanación profunda.

Los Diez Mandamientos como guía hacia la libertad

Tenemos una relación paradójica hacia el bien, y a veces no sabemos exactamente si lo que hemos hecho ha sido bueno, malo o muy malo. Los Diez Mandamientos, que Moisés recibió de Dios en el Monte Sinaí (Cf. Éxodo 20, 1-17), contienen reglas religiosas y éticas que también pueden entenderse como guías hacia la libertad o como una receta para una vida exitosa. Los Diez Mandamientos se utilizan a menudo como un impulso para prepararse a la confesión. Son como un espejo en el que podemos mirarnos y reflexionar: ¿Qué importancia tiene Dios en mi vida? ¿Cómo trato a los demás? ¿Y cómo me trato a mí mismo?

 
Aquí tienes un examen de conciencia para descargar

 ¿Cómo lograr una buena confesión?

La preparación para la confesión requiere una reflexión profunda sobre uno mismo y honestidad con los propios pensamientos y acciones. A través del Sacramento de la confesión, la persona experimenta un “update”, una actualización purificadora. Por supuesto, reconocer los pecados siempre implica una buena dosis de sinceridad y humildad. Pero gracias a la experiencia sanadora del perdón y la paz interior que produce, se pueden superar las resistencias internas y externas más fácilmente.

Y, ¿en qué consiste la confesión sacramental?

  • Admitir el pecado, llamar a las cosas por su nombre.
  • Arrepentirse del pecado y confesarlo ante un sacerdote.
  • Evitar en el futuro las ocasiones que llevan al pecado.

Confesionario: Lugar de salvación y sanación

Solo cuando obtienes el perdón de Dios y luego concedes también perdón a tus semejantes, la redención puede surtir efecto en ti. Solo entonces se te concede la paz, LA VERDADERA PAZ.
En el Sacramento de la Reconciliación, la Iglesia católica te ofrece la posibilidad de una sanación profunda. Con cada confesión, se rompe el poder del pecado y te vuelves poco a poco más fuerte, más libre, más sano.
¡Ánimo! No hay pecado que Dios no quiera perdonarte. En la confesión, Jesús mismo te está esperando; a través del sacerdote, te dirige palabras de consuelo y curación: Tus pecados te son perdonados, vete en paz.