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Adicción: Anhelo de algo más
Detrás de cada adicción hay un anhelo. Lo que el ser humano busca es éxtasis, una sensación de felicidad y plenitud interminable. Existen diferentes tipos de adicciones que pueden adormecer temporalmente el vacío interior y provocar “sentimientos extáticos”. Sin embargo, todo esto está muy lejos de lo que realmente anhela la persona adicta.
- La adicción como estrategia de compensación
- Detrás de cada adicción hay un anhelo
- Cada adicción es un intercambio de libertad por esclavitud
- El consumo de sustancias intoxicantes es un pecado. ¿Por qué?
- El camino hacia la sanación
- Haz algo grande con tu vida. Nunca es tarde.
La adicción como estrategia de compensación
¿Te ha pasado alguna vez? Pasas todo el día navegando en internet o mirando constantemente tu teléfono, esperando recibir un mensaje, un “like”, un comentario o algún tipo de aprobación que te haga sentir conectado y valorado. Sin darte cuenta, el tiempo pasa volando y apenas has vivido el día.
Hoy en día existen numerosos medios para adormecer el dolor, la inquietud interior o el vacío, y para escapar de los propios pensamientos y sentimientos negativos. Especialmente las personas que han vivido experiencias traumáticas tienden con más frecuencia a utilizar sustancias adictivas o comportamientos adictivos como estrategia de compensación. A corto plazo, las adicciones pueden proporcionar un "alivio rápido" para no sentir los síntomas insoportables, pero en realidad los problemas aumentan y el círculo vicioso continúa.
Existen muchos tipos de adicciones: adicción a internet, adicción a la pornografía, adicción a la comida, anorexia, alcoholismo, tabaquismo, drogadicción... Todas ellas, sin embargo, tienen algo en común: detrás de cada una de ellas hay un anhelo más profundo que necesita ser saciado.
Detrás de cada adicción hay un anhelo
La pregunta no es «¿cómo puedo salir de la adicción?» sino «¿qué estoy buscando realmente cuando recurro a sustancias adictivas? ¿Qué anhelos no están siendo satisfechos en mí y cómo puedo llenar mi vacío de manera duradera?».
La adicción tiene que ver con la búsqueda. Es la búsqueda de algo que llene el vacío interior que se siente en lo más profundo.
Como ser espiritual, el ser humano está hecho para el cielo, para un éxtasis interminable. Nada que sea perecedero y temporal, ni siquiera las relaciones humanas, por muy hermosas y edificantes que sean, pueden llenar al ser humano de manera duradera y completa. Cuánto menos, entonces, las drogas u otras sustancias adictivas.
Lo único que puede satisfacer al ser humano de manera duradera es algo que no puede perder. Algo que sea eterno. En lo más profundo, todo ser humano anhela lo eterno, lo que nosotros, los cristianos, identificamos con Dios. Solo Él puede satisfacer los anhelos más profundos.
Cada adicción es un intercambio de libertad por esclavitud
Las sustancias adictivas, ya sean alcohol, medicamentos o, sobre todo, drogas ilegales como la heroína o la cocaína, alteran la conciencia, distorsionan la percepción de la realidad y, gradualmente, arruinan la salud. Intercambian libertad por esclavitud.
Las sustancias adictivas debilitan la voluntad y vuelven a las personas adictas mucho más susceptibles a las tentaciones del mal. El apóstol Pedro lo expresa de la siguiente manera: “Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo firmes en la fe.” (1 Pedro 5,8-9).
La dependencia de sustancias adictivas puede manifestarse con diversos síntomas, como un deseo compulsivo de consumir dosis repetidas, falta de concentración, trastornos de identidad, ataques de ansiedad y pánico, depresión, alucinaciones, debilidad del sistema inmunológico, daños en los órganos, infertilidad, infarto de miocardio y, no en pocas ocasiones, la muerte. Sin embargo, el cristiano no debe ser esclavo de sus propios deseos y adicciones, ¡sino que está llamado a la libertad!
El consumo de sustancias intoxicantes es un pecado. ¿Por qué?
El consumo de drogas y otras sustancias adictivas es un pecado porque nos roba la libertad interior y porque es un acto de autodestrucción y, por lo tanto, una violación contra la vida. (Cf. YOUCAT 389)
El cristianismo nos enseña que solo Dios es el Señor absoluto sobre la vida del ser humano. También sobre su cuerpo: «¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen, entonces, a Dios en sus cuerpos». (1 Cor 6,19-20)
La persona adicta debe tomar conciencia de que lo que hace no es bueno. No para sí misma ni para su entorno. Y que peca cuando, consciente y voluntariamente, pone en riesgo su salud.
El camino hacia la sanación
Si la persona adicta desea experimentar la liberación, debe mirar hacia su interior y preguntarse: «¿Por qué hago esto? ¿Qué anhelos no están siendo satisfechos en mí? ¿Cómo vivo mi vida? ¿Cómo lleno el vacío que la droga, el alcohol, los juegos de azar, la pornografía, la comida desmesurada, etc., intentan cubrir? ¿Cómo puedo volver a ponerme en contacto conmigo mismo y con otras personas? Y, sobre todo, ¿cómo puedo entrar en contacto con Dios?
La reflexión sobre los propios pensamientos, sentimientos y comportamientos se conoce en la Iglesia católica como «examen de conciencia», que a menudo se asocia con la preparación para el Sacramento de la Confesión. En un examen de conciencia sincero, el creyente reconoce sus pecados y los lamenta. Toma la decisión de enmendarse en el futuro y promete evitar cualquier tentación que pueda llevarlo a pecar.
En el Sacramento de la Reconciliación, la Iglesia Católica ofrece la posibilidad de una sanación profunda. En cada confesión, se rompe el poder del pecado y uno se vuelve gradualmente más libre y fuerte para luchar contra las propias debilidades y adicciones.
Se recomienda combinar el acompañamiento espiritual (confesión, conversación espiritual) con el apoyo psicológico profesional en forma de terapia. Existen muchas organizaciones eclesiásticas que apoyan a las personas en situaciones de crisis y les permiten empezar de nuevo.
Haz algo grande con tu vida. Nunca es tarde.
San Agustín de Hipona (*354 - †430) llevó una vida depravada cuando era joven. Buscó la felicidad en lugares donde no se podía encontrar, ¡hasta que encontró a Dios! Pasó de ser un adicto a convertirse en escritor, teólogo y obispo, y en un santo padre de la Iglesia. Agustín pudo dejar atrás su pasado porque fue capaz de perdonarse a sí mismo. Pero, sobre todo, porque dejó que Dios lo perdonara una y otra vez, hasta que se convirtió en un santo.
Tú también estás llamado a la santidad. No importa dónde estés ahora. Nunca es tarde. No te conformes con una satisfacción pasajera. ¡Tú vales mucho más! Solo Dios puede satisfacer tus anhelos más profundos. Él quiere ayudarte. Pero tú debes quererlo también. ¡Ánimo!
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