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El valor del sufrimiento
Credopedia El valor del sufrimiento

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El valor del sufrimiento

El sufrimiento en sí mismo no tiene sentido. Es absurdo y carece de valor. Dios no quiso el sufrimiento, al igual que no quiso la muerte. Al contrario, Dios quiere que todo el mundo sea feliz. Pero, ¿cómo es que la gente sufre?

mins read | Stani Mičkovicová

¿Dónde está Dios cuando sufro?

¿Por qué hay tanto sufrimiento en este mundo? ¿Por qué tantas catástrofes y guerras? ¿Por qué tanta injusticia? ¿Por qué la enfermedad, por qué la muerte? No es necesario haber vivido mucho tiempo en este mundo para darse cuenta de que el sufrimiento humano es omnipresente. Cada persona, no importa cuán vieja o cuán rica, conoce el sufrimiento. La realidad del sufrimiento nos recuerda de que hay cosas que no podemos controlar.

Cuanto más se acercan el sufrimiento y la muerte a las personas, más urgentes se vuelven las preguntas sobre su origen y significado. Casi todos conocen situaciones en las que el sufrimiento y el dolor parecen casi insoportables. Surge involuntariamente la pregunta: "¿Dónde está Dios cuando sufro?".

La paradoja de la libertad

Según la fe cristiana, Jesús asumió con su muerte el sufrimiento de toda la humanidad de todos los tiempos. Pero, ¿por qué todavía existe el sufrimiento en este mundo? ¿Por qué debemos morir si Jesús ha vencido a la muerte? La respuesta a esta pregunta no es fácil. Sin embargo, existe y está relacionada con el don de la libertad. Dios nos ama y desea que respondamos a su amor. Pero quiere que elijamos libremente amarlo a Él y elegir el bien. Para esto, nos ha dado el libre albedrío. Dios espera de nosotros que tomemos el timón de nuestra vida, en colaboración con Él, nuestro Creador. Por mal que suene, también podemos libremente oponernos a Dios. Y, por tanto, en contra de la vida plena y en contra de nuestra propia felicidad.

Pecado y sufrimiento

¿El pecado como sinónimo de separación de Dios? Esto resulta difícil de aceptar incluso para muchos católicos. La palabra "pecado" parece volverse cada vez más ajena. Y sin embargo, es el precisamente el pecado que nos hace la vida difícil. No es Dios quien castiga a las personas. Es el PECADO mismo el que nos castiga. MI pecado o el pecado de otro. Porque el pecado le da espacio al Mal. El pecado, incluso el más oculto, siempre tiene una dimensión social. Inevitablemente conlleva sufrimiento. Esto significa que aquel que peca nunca está pecando solo para sí mismo. Causa inevitablemente daño a los otros. Además, donde reina el pecado, no solo sufre el ser humano, sino también la naturaleza y el planeta entero.

El poder de la Reconciliación

¿Dónde está Dios cuando las personas sufren? Para abordar esta pregunta de manera justa, debemos estar dispuestos a reflexionar: ¿Dónde estamos nosotros cuando ocurre la injusticia? ¿Cómo contribuimos concretamente a la paz? ¿Cuándo fue la última vez que pedimos perdón a alguien o perdonamos cuando alguien nos hizo daño? Y nosotros mismos, ¿nos abrimos al perdón de Dios?

En el Sacramento de la Reconciliación, Jesús nos ha dado una maravillosa oportunidad de romper con el mal del pecado y experimentar su salvación. Allí donde (ocurra) tiene lugar la reconciliación, el mal es desterrado y un trozo de paraíso vuelve a la tierra. Por eso Jesús se hizo hombre, por eso sufrió y por eso murió en la cruz: Para restaurar el paraíso que hemos perdido por el pecado.

El sufrimiento a la luz de la fe: Chiara Corbella Petrillo

También una persona creyente percibe inicialmente el sufrimiento como una desgracia. Incluso con su razón, no puede comprender por qué Dios permite que ocurran cosas malas. La situación dolorosa persiste. Aunque no pueda cambiarla, como cristiano puede aceptarla y ofrecerla. La clave está en su actitud interna: el sufrimiento puede alejarlo de Dios o unirlo íntimamente a Él.

Una joven madre italiana, Chiara Corbella Petrillo, es una prueba viva de que a los que aman a Dios ,todo les sirve para el bien, ¡incluso una enfermedad incurable! (Cf. Romanos 8,28) En el quinto mes de embarazo, a Chiara le diagnosticaron cáncer. Para no poner en peligro a su hijo, postergó el tratamiento arriesgado hasta el nacimiento. Francesco nació sano, pero Chiara falleció poco después de su primer año de vida el 13 de junio de 2012, a la edad de 28 años. Le deja a su hijo una carta que dice, entre otras cosas: “¡Nunca te desanimes, hijo mío! Dios nunca te quita nada. Si te quita algo, es solo porque quiere darte mucho más a cambio. Sabemos que eres especial y tienes una gran misión. El Señor te ha querido desde la eternidad, y te mostrará el camino que debes seguir si le abres tu corazón. Confía en Él, vale la pena.

El valor del sufrimiento

Una persona que, como Chiara Corbella, ha encontrado a Cristo, sufre de manera diferente. En la contemplación del Crucificado, el sufrimiento ya no carece de sentido. El sufrimiento llevado con amor se vuelve fecundo, tanto para ti como para los demás. No siempre tienes que entender el sufrimiento que te ha afectado a ti o a otros. Tampoco tienes que buscarlo. Pero cuando llega a ti, puedes mirar a Jesús. Él sufre contigo cuando tú sufres. Desde que Cristo sufrió, también tu sufrimiento tiene un valor salvífico. Así que dirige tu mirada hacia la Cruz cuando algo te duela y escucha lo que Jesús quisiera decirte en lo más profundo de tu corazón.

Te adoramos, Señor Jesucristo, y te alabamos, porque por tu santa cruz has redimido al mundo.