Credopedia
Joaquín, Ana y los abuelos
Jesús fue un hombre verdadero y tuvo ancestros.
De qué se trata
De acuerdo con la tradición antigua, los padres de María tenían por nombre Joaquín y Ana. Encontramos estos nombres en el Protoevangelio según Santiago, que fue escrito alrededor del año 150 d.C. y no fue incluido en el canon de la Sagrada Escritura. El hecho de que los “abuelos” de Jesús tuvieran en realidad esos nombres no puede ser determinado con certeza. Podría considerarse un conocimiento que ha sido preservado por los primeros cristianos. Una cosa sabemos sin ninguna duda: Jesús fue un hombre verdadero y tuvo ancestros. Y cuando se dice de Jesús que Él "iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres" (Lucas 2,52), entonces parte del misterio de Jesús es que Él aprendió de las personas de su tribu cómo arreglárselas en el mundo -cómo comer, hablar, cantar, rezar, plantar, cosechar, manipular herramientas, limpiar su hogar. Jesús creció en un mundo donde las casas de acogida para personas mayores no existían y los sabios de edad avanzada eran integrados en la familia extendida. Ellos tenían tiempo disponible, encendían el fuego de la chimenea y usualmente sus nietos se sentaban a sus pies, escuchando sus historias y creciendo dentro de la tradición de su pueblo a través de la tradición oral. Los nombres Joaquín y Ana tienen significados hermosos. Joaquín en hebreo significa: ‘Dios edifica’. Y Ana: ‘la llena de gracia’. La veneración de Santa Ana se incrementó continuamente desde los inicios de la Edad Media. Son muy conocidas las representaciones de las denominadas "Anna Selbdritt": el Niño Jesús junto con una mujer joven (María) y una mujer mayor (Ana).
¿Qué dice la Biblia?
La Santa Escritura por sí misma no menciona nada acerca de los padres de la Santísima Virgen. Pero el YOUCAT 86 manifiesta: "El hecho de que Dios quisiera en Jesús nacer en una familia humana y crecer en ella, ha hecho de la familia un lugar de Dios y la ha convertido en prototipo de la comunidad solidaria."
La pequeña catequesis YOUCAT.
Celebremos a los abuelos
Nos encantaría conocer cómo fue la vida en la casa de María y José. Desafortunadamente, no hay videos, selfies ni un pequeño reporte o vivencia. Pero, a pesar de esto, podemos bien imaginar que José, un pequeño contratista, dejaría su casa por la mañana para ganar su dinero en Séforis, a cinco kilómetros de distancia. Mientras Nazareth era un pueblo algo calmado, Séforis era un centro de actividad. Séforis era el “adorno de Galilea”, era una ciudad romana-helénica en proceso de desarrollo y expansión con ambiciosos proyectos de construcción donde toda mano de obra era necesaria.
María no era ciertamente una ama de casa desempleada que se la pasara pintándose las uñas. Las personas tenían sus campos, criaban ganado, sacrificaban los animales, cocinaban, horneaban, cosían, remendaban y limpiaban. Un trabajo que mantenía a una mujer joven ocupada la mayor parte del tiempo. La crianza de los hijos en aquel tiempo y en esas culturas era usualmente responsabilidad de los abuelos y los miembros solteros de la familia extendida. Las personas vivían cerca unas de otras. “Para criar a los pequeños”, reza un proverbio africano, “¡se necesita toda una aldea!”.
Babushka – o el poder de la memoria
Probablemente le pasó a Jesús, así como a su madre y como a todos los niños de aquella cultura. Los niños de Israel aprendían de sus ancestros cosas cruciales acerca de Dios y del anhelo por el Mesías. Ellos escuchaban este recordatorio, como un repetitivo toque de tambor de confianza a través de los años: "su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen" (Lc 1,50). Ayer fue así, hoy es así, mañana será así. Por lo tanto, ellos –los experimentados, sabios de cabeza cana– lo susurraban de generación en generación. Este himno de misericordia divina se había hecho carne y sangre en María. No se alejó de ella cuando, sin preparación, misteriosamente embarazada, visitó a su prima. La chica de aldea casi reboza en alegría: "(¡Oigan, amigos!) Engrandece mi alma al Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador: porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones (¿a mí?... ¡¡a mí!!)" (Lc 1, 46-48).
Después del colapso del Imperio Soviético, después de 70 años de adoctrinamiento ateo, después de cientos de miles de iglesias destruidas y millones de Biblias quemadas, resultó que aún el 75% de la población en Rusia creía en Dios. ¿Cuál era la razón? ¿Quién había mantenido viva la memoria de Dios y de su misericordia? No fueron los prudentes o los sabios. Fueron los ancianos, las “babushkas” –las menospreciadas abuelas, mujeres de las clases sociales más bajas, mujeres que usualmente tenían tres años de educación, que solo habían pasado su vida como conductoras de tractores en los campos y que apenas recibían pensiones. Estas mujeres habían encendido sus velas durante todos estos amargos años, habían ayunado, rezado, seguido los rituales ancestrales y cuidado de los niños mientras sus padres servían a la construcción socialista.
¿No te lo hemos dado todo?
Una vez más, todo está en juego. Alrededor de todo el mundo, las personas y culturas se ven invadidas por nuevas olas de ateísmo. En los medios, las personas que edifican sus vidas en Dios y tratan de seguir sus mandamientos aparecen apartados –como fundamentalistas peligrosos o bichos raros. ¿Quién inicia a los niños en los más importantes secretos de la vida? ¿Quién le da respuesta a la pregunta de todas las preguntas: "¿Para qué estamos en la tierra?" (YOUCAT 1)? ¿Quién les dice: "Estamos en la tierra para conocer y amar a Dios, para hacer el bien según su voluntad y para ir un día al cielo"? ¿Quien más les enseña: "Ser hombre quiere decir: venir de Dios e ir hacia Dios. Tenemos un origen más remoto que nuestros padres. Venimos de Dios, en quien reside toda la felicidad del Cielo y de la Tierra, y somos esperados en su bienaventuranza eterna e ilimitada. Mientras tanto vivimos en la tierra" (YOUCAT 1)?
Los padres de hoy están increíblemente abrumados de muchas maneras. En muchos países, no es posible mantener una familia con un solo sueldo. Ambos padres deben trabajar, y, cuando vuelven a casa en la noche, hay quehaceres y lavandería por hacer, además de los miles de pequeños problemas de la vida diaria. Al final del día, exhaustos, padre y madre se rinden a la estimulación de algún entretenimiento. Casi no existe tiempo para los niños, sus necesidades y preguntas existenciales. Además, las familias se están convirtiendo en lugares desolados en términos de comunicación y espiritualidad. Las casas usualmente se sienten vacías antes de que realmente se vacíen de personas, porque los niños huyen de la tristeza, el frío y el silencio que encuentran allí.
Un día, los niños se pararán frente a sus padres, vacíos en sus almas, ignorantes sobre cómo encontrar la vida verdadera y analfabetos en la fe. Y solo los padres estúpidos les preguntarán: “¿Acaso no les hemos dado todo?” Sí, les han dado mucho. Esclavizados como animales – por la casa, el carro, las vacaciones, la educación de los niños, saliendo adelante muchas veces solo por pura supervivencia. Algo se quedó a medio camino. Algo que era lo crucial. “Como un cirio se enciende con la llama de otro, así la fe se enciende al contacto de la fe” (Romano Guardini). No había nada encendiéndose. Nada podía encenderse…
Una época para los abuelos
En otras palabras, una nueva época ha comenzado para los abuelos. Probablemente son más necesarios que nunca. ¿Qué tienen los abuelos que los padres no? La diferencia es el factor tiempo. Por un lado, los abuelos tienen el tiempo que a los padres les falta. Y más importante que el jardín, más importante que sus pasatiempos, más importante que la terapia ocupacional son sus nietos. ¡Son los hijos amados de Dios! Niños que necesitan gente que los ame, que los acepte, gente que pueda prestar un oído, gente que, sencillamente, esté allí. Los abuelos con nietos deben hacer un examen de conciencia especial hoy en día: ¿Lo vi? ¿Estuve allí? ¿O miré para otro lado? ¿Hice tiempo para ellos?
Y el factor tiempo juega también un rol en otro sentido para las personas mayores: a ellos no les queda mucho tiempo. El fin de sus vidas se acerca. Uno puede lamentarse o seguir la corriente. Pero uno también se puede convertir en alguien sabio y piadoso -y muy pero muy útil para sus hijos y nietos. En efecto, los siete dones del Espíritu Santo usualmente vienen a nosotros en el último cuarto de nuestra vida terrena: "sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza, temor de Dios". Estos son "ciertos poderes" que nos hacen "instrumentos especiales de Dios en este mundo" (YOUCAT 310). Herramientas para los abuelos. Perfectamente adecuadas para sus nietos. ∎
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