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Credopedia ¿Cómo afrontar la envidia y los celos?

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¿Cómo afrontar la envidia y los celos?

La envidia y los celos son dos emociones que preferiríamos mantener ocultas a los demás. La envidia o los celos constantes nos impiden llevar una vida plena y feliz. Pero, ¿qué indican realmente la envidia y los celos? ¿Y cómo puedo manejar mejor estas emociones?

mins read | Stani Mičkovicová

Envidia y celos: ¿cuál es la diferencia?

La envidia y los celos son sentimientos opresivos que no sólo hacen la vida difícil a la persona afectada, sino a veces también a los demás. A menudo surgen cuando tememos miedo de recibir menos que otros en la vida, o cuando tememos perder lo que ya poseemos. Pero, ¿cuál es la diferencia entre la envidia y los celos?
La envidia se manifiesta cuando alguien quiere desesperadamente tener lo que otro posee. No se trata necesariamente de bienes materiales; también pueden ser reconocimiento, amor o seguridad. Las personas marcadas por la envidia tienden a medir su propia felicidad por la de los demás. Creen que imitando el éxito o las cualidades de otros, podrán alcanzar un éxito o cualidades similares. Las personas envidiosas tienden a minimizar los éxitos de los demás o a enfatizar sus fracasos. La envidia se vuelve especialmente destructiva cuando se desea el mal al otro, como un accidente o incluso la muerte.
A diferencia de la envidia de «querer tener», los celos consisten en «querer conservar». Surgen del miedo a perder algo o a alguien. El sentimiento de celos es especialmente notable en las relaciones que son importantes para nosotros, ya sean celos entre hermanos, en amistades o entre cónyuges. Desde la práctica excesiva de un hobby hasta el éxito profesional de un amigo, puede haber muchas razones para sentir celos. Cuando los temores de pérdida se intensifican y la angustia gradualmente aumenta, el apoyo profesional en forma de guía espiritual o ayuda psicológica puede desempeñar un papel crucial.

Manejo de la envidia y los celos

Los celos, ya sean objetivamente justificados o no, requieren atención amorosa, a veces incluso sanación. La persona celosa tiene la sensación de que alguien podría ocupar su lugar. Tiene miedo de no ser suficientemente amada o de no ser digna de ser amada. Y, sin embargo, estas emociones no surgen de la nada. Son expresión de heridas internas más o menos profundas y de una baja autoestima. En otras palabras, son un grito de amor, de atención. Por lo tanto, no hay que avergonzarse ni culparse por tales sentimientos. Más bien, es importante tratarse con cariño y reflexionar: ¿Qué necesidad se está manifestando ahora en mí? ¿Qué necesito? ¿Qué necesita el otro? Cuando los celos están presentes, se requiere comunicación con mucha sensibilidad y asertividad mutua. Sin embargo, no sólo debemos ser misericordiosos con los demás, sino también con nosotros mismos. ¡Esto no siempre es fácil! La envidia y los celos pueden resultarnos tan vergonzosos que a menudo nos juzgamos a nosotros mismos en lugar de explorar y comprender las causas de estos sentimientos. Cuanto más conscientes somos de nuestras propias cualidades y nuestro propio valor, mejor podemos tomar una actitud más calmada y soberana, dándole cada vez menos espacio a los celos.

¿Por qué la envidia es un pecado capital?

La Biblia cuenta numerosas historias en las que la envidia y los celos tuvieron consecuencias devastadoras. Un ejemplo conocido es la historia de los hermanos Caín y Abel, donde la envidia llevó a un crimen terrible, al fratricidio: una narrativa que se ha transmitido a través del Antiguo Testamento para destacar cuán destructiva puede ser la envidia. Una historia interminable que se extiende a lo largo de generaciones. No hay época, sociedad o cultura en la que la envidia y los celos no sean un tema. El apóstol Santiago advirtió a los primeros cristianos en su carta: “Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad.” (Santiago 3,16) Por esta razón, la Iglesia incluyó la envidia entre los siete pecados capitales, porque a menudo puede llevar a otros pecados graves. La envidia incluso ha llegado a formar parte de los Diez Mandamientos. Aparece dos veces, en el noveno y décimo mandamiento: “No codiciarás...”. (Éxodo 20:17)

¡Dios te ama! Incluso con tus celos.

Tus pensamientos giran una y otra vez en torno a lo bien que le va al otro y lo mal que lo estás pasando tú. Lo encuentras injusto, te duele cuando la otra persona no te da el amor que anhelas. ¿Te resulta familiar?

Si sufres de envidia y celos, sé paciente y amable contigo mismo. Observa tu herida y comunica tu debilidad a tus seres queridos para que te comprendan. Sobre todo, muestra tu herida a Dios. Cuéntale todo, habla con él sobre tus miedos de ser abandonado o menospreciado. En ningún lugar Dios puede tocarte más profundamente y curarte de manera más sanadora que donde estás más herido. Lo que sea que hagas, tu valor no cambia. Tu dignidad no depende de tu comportamiento, tus posesiones, tu apariencia, tus cualidades, tu conocimiento, tus logros profesionales o tus habilidades. ¡Dios te ama tal como eres! Incluso con tus debilidades. Intenta mirarte a ti mismo como Dios te ve. Eres su imagen y, por lo tanto, ¡eres amado de una manera inigualable!